BIENVENIDOS

Quiero hacer un homenaje al primer Gobernador de esta ínsula llamada Barataria: D. Sancho Panza. Por lo tanto, con su debido permiso y siguiendo sus pasos voy convertirme en el segundo Gobernador de esta ínsula e intentar convertirla en un reducto de cultura, algo que hoy en día escasea. Así que todos aquellos que esteis interesados en visitar este lugar: SED BIENVENIDOS.

viernes, 3 de enero de 2014

LABARTA POSE

Antes de nada quería felicitar el año a todos los visitantes de esta Ínsula, espero que el año 2014 sea un año estupendo para todos vosotros/as. Este año quiero comenzarlo dedicándole una calle de Barataria a un escritor gallego, Enrique Labarta Pose que en el año 1886 ganó junto a Alfredo Brañas el Certame gallego Literario- Musical de Pontevedra.
 
 

                                              
 
Este escritor nació en Baio en 1863. Estudió Derecho en Santiago de Compostela y al finalizar ingresó en la Administración Pública. Fundó varias publicaciones entre ellas: "Galicia Humorística" o "Pasatiempos" y colaboró en otras revistas como "Galicia recreativa" o "Mi Tierra" con el pseudónimo de Antón de Rabodegalo. Muere en Barcelona en 1925.
 
Respecto a su obra destacar su poesía en gallego como: Millo miúdo. Versos galegos o "A Festa da Patrona de Tabeirón" con la que obtuvo en 1903 el premio de los Juegos Florales do Círculo Católico de Obreros de Pontevedra.
 
En castellano también escribió poesía así destacamos: Última novedad: noventa y nueve céntimos de versos de todas las clases y arreglados a todos los gustos o Adormideras.Poesías festivas

 
A continuación me gustaría mostrar un poema de este autor titulado "Oda al cerdo", donde se puede apreciar el gran poeta que era:
 
 
¡Oh, cerdo, emperador de la pocilga!:
Hoy, ante ti, se postra reverente
y estos versos te endilga
con una gana atroz de hincarte el diente,
un pobre vate hambriento,
que admira el ideal que en ti se encierra;
ideal suculento;
el único tangible de la tierra.
Los demás son quiméricas utopías,
tomaduras del cuero cabelludo
e ilusiones impropias
de un hombre, que se precie de sesudo.
Permite que te admire, ¡oh, gran marrano!,
por diversos motivos;
pues, muerto, vales más que muchos vivos
de este género humano,
al cual, con honda pena, pertenezco,
tal vez, porque ser cerdo no merezco.
¡Rey de las subsistencias!
en esta edad, agosto de tenderos,
que llamarán los siglos venideros
"la edad de las forzosas abstinencias",
cuando el suspiro postrimero exhalas,
tus despojos aprontas,
y aunque no tienes alas,
con ellos te remontas
por encima de pueblos y naciones,
y subes, subes, subes,
con tus lomos, chorizos y jamones,
hasta ponerlos todos por las nubes.
¡Oh, ven hacia mi, cerdo gordito!;
aunque... no vengas solo,
pues con todas tus cerdas yo te admito.
Ven sin ceremonial ni protocolo,
que aquí te espera ansioso mi apetito,
de par en par abierto,
y te aclama mi estómago desierto.
Si vienes, subirás a mi buhardilla,
partiremos a medias las bellotas,
merendarás papilla
y hasta, si quieres, te pondrás mis botas
y saldrás a la calle con sombrilla.
Tendrás tan rico trato,
que comeremos en el mismo plato;
el peine te daré con que me peino,
y hasta te haría Senador del Reino,
si encontrase algún modo
de llevarte al Senado;
pues, sé, por descontado,
que allí no harías mal papel del todo.
Tuyo será mi lecho por las noches;
y cuando el gorro de dormir te pongas
y la fina camisa desabroches,
seis castañas pilongas
te ofreceré en la cama,
cual se ofrecen bombones a una dama;
y después del manjar refrigerante,
para arrullar tu sueño interesante,
si Dios no lo remedia,
te leeré... del Dante
"La divina comedia".
Ven, ¡oh, marrano!, ven, ven a mis brazos,
que muriéndome estoy por tus pedazos.
Aunque he de darte muerte traicionero,
tendrás en mi un amigo verdadero;
y tras tanta amistad, quizá te asombre
lo que pienso al final hacer contigo;
mas, ten en cuenta, que esto que te digo,
a cada paso suele hacerlo el hombre
con su mejor amigo.
Ya ves tú, que indecente
es el género humano;
entre un hombre y un cerdo, francamente,
yo no sé cuál resulta más marrano.
¡Oh... cochino grasiento!;
después de las mujeres,
del espíritu gala y ornamento
y quinta esencia de lo suculento,
sin disputa, tu eres
el más aprovechable de los seres.
¿Quién vale lo que tú, sobre el planeta?
Por los restos de un sabio ya difunto,
no hay patrona que suelte una peseta;
mas, de los tuyos, compran hasta el unto;
que, sin pizca de fibra,
suele venderse a dos pesetas libra.
¡Ah!, mil veces dichoso
el hombre, envidiado ni envidioso,
que por el turbio mar de la existencia,
mientras la humanidad, sudando el quilo,
interroga a la esfinge de la Ciencia,
confiado y tranquilo,
en su barquilla va, llevando a bordo
una hermosa mujer y un cerdo gordo.
Ven hacia mi, ¡cochino, puerco, guarro!;
y, aunque te llamo así, no es como insulto;
pues, te admiro, por noble y por bizarro,
y te rindo más culto,
que a muchos personajes de gran bulto,
que desde el Rhin al Ebro,
andan, por un error sobre dos patas,
y escondida en el fondo del cerebro
llevan la fe de erratas.
¡Cuánto envidio tu suerte y tu destino,
simpático cochino!;
que, aunque al fin te asesinan, por de pronto,
todos en vida endulzan tu camino;
yo, en cambio, del vivir, la lucha afronto
y al pudridero iré cuando sucumba;
mísero porvenir de los humanos;
para que allí me coman los gusanos;
mientras que tu encontrarás más digna tumba.
Pues, los hombres seremos
los gusanos que a ti te comeremos.
¡Oh, cerdo!, mi ideal inaccesible;
como el de Bécquer, véote imposible;
oncorpóreo, impalpable,
y será muy probable,
que a pesar del volumen de tu masa
y de tu mucha grasa,
aún siga concibiéndote mi mente
como un ser fabuloso eternamente.
Enamorados hoy de tus hechizos,
los vates te disparan sus canciones
y a celebrar acuden, tus chorizos,
tu tocino, tu lomo, tus jamones,
tus ricos chicharrones,
tus sabrosas morcillas,
tus orejas, tus patas y costillas;
pues todo es comestible;
nada hay en ti, de la cabeza al rabo,
que por no ser bastante apetecible,
redunde de tu fama en menoscabo.
¡Ay, cómo los poetas se relamen,
escribiendo las odas del certamen!.
Cerdo mío, no escuches
sus cantos de sirena tentadores;
pues te alaban traidores,
para que luego vayas a sus buches,
sin pompas, sin honores;
pobre y oscuramente,
como vulgar sardina mal oliente.
En cambio, yo te juro,
si acudes de mis ripios al halago,
que bajarás al inmortal seguro
con más magnificencia que un rey mago.
Te haré un entierro, no de los modestos,
sino de los que llaman de primera;
y hasta la tumba bajaré tus restos,
al compás de una lánguida habanera.
Iré a llorar con lágrimas de grasa
sobre tu tumba amiga,
y hasta pondré una gasa
de luto en la barriga.
Y cuando al libro pases de la historia,
si el premio gordo, el hado me procura,
para rendir tributo a tu memoria,
con champán regaré tu sepultura.
Postdata que te envío:
Gloria y prez de los cerdos de Segovia,
si al fin no has de ser mío,
permita Dios que mueras de hidrofobia
y te tiren al río.
 
 
 
 
 
 
 

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