Este año debido a la pandemia que nos está azotando, se decidió elegir el 23 de julio como el día del libro, ya que el 23 de abril estábamos confinados y no se pudo celebrar dicho día. Eso no quita que el 23 de abril se organizaran actos a través de las redes, o incluso en esta Ínsula creamos ese día el Premio Literario Barataria, concediendo nuestra pluma literaria al libro de Pilar Buela, Acaros verdes. Con esto no estoy diciendo que esté en contra de ese cambio de fechas, supongo que los libreros y libreras necesitan vender libros y como ya he dicho en muchas ocasiones todos los actos relacionados con la promoción de la lectura, bienvenida sea. Así que desde esta Ínsula también nos sumamos a la celebración del 23 de julio como día del libro y lo haremos introduciendo a un nuevo escritor en el Parque de las Letras. En este caso al reciente fallecido Juan Marsé que escribió libros tan importantes como: La muchacha de las bragas de oro, El fantasma del cine Roxy, Teniente Bravo, El amante bilingüe, El embrujo de Shanghay o Canciones de amor en Lolita´s Club
Así, como hacemos siempre, introduciremos una estatua de dicho escritor, que se situará al lado de una escritora que seguro que ha leído en más de una ocasión, Emilia Pardo Bazán y vamos a poner un fragmento de una de sus obras más conocidas El embrujo de Shanghay
"Susana deseaba un buen mapa para seguir el rumbo del Nantucket y un día los Chacón se presentaron en la torre con un atlas nuevo de trinca, que no supieron explicar de dónde procedía. Ella me pidió que trazara con lápiz rojo la derrota del buque sobre el azul intenso del mar, desde Marsella hasta Shanghai, a lo ancho de dos láminas y recalando en los puertos más importantes del Mediterráneo, del índico y de los mares de China. Luego supimos que Finito había robado el atlas a un escolar que le dio a guardar la cartera mientras buscaba a su madre en el Mercadillo, y Susana obligó a Finito a devolver el atlas; pero antes de hacerlo él dijo que era una lástima y propuso arrancar las láminas con la ruta del Nantucket. Susana reflexionó sobre el asunto y finalmente dijo que no, que el chaval se daría cuenta que faltaban hojas, y entonces sugirió que yo copiara la ruta en un papel de barba, con las costas, las ciudades y las islas utilizando colores distintos. Lo hice y Susana guardó el mapa en el cajón de su mesilla de noche junto con sus programas de cine y sus recortes, el cepillo del pelo, el espejo de mano y el esmalte nacarado para las uñas.
Cuando le enseñamos el mapa a Forcat, éste me hizo ver un error señalando ante mis narices la costa occidental de la India con su largo dedo manchado: el Nantucket no había recalado en Bombay. La proximidad del dedo y su olor tan peculiar me sumió de nuevo en el desconcierto: esta vez me hizo pensar en la áspera fragancia de las hojas de la higuera. "
Cuando le enseñamos el mapa a Forcat, éste me hizo ver un error señalando ante mis narices la costa occidental de la India con su largo dedo manchado: el Nantucket no había recalado en Bombay. La proximidad del dedo y su olor tan peculiar me sumió de nuevo en el desconcierto: esta vez me hizo pensar en la áspera fragancia de las hojas de la higuera. "