Vamos a incorporar un nuevo libro a nuestra Biblioteca "Alonso Quijano". En este caso se trata de El árbol de la ciencia escrito por Pío Baroja, una de las mejores obras de este autor junto a La Busca
Pío Baroja era una persona muy culta. Estudió medicina. Y es considerado uno de los novelistas más cultos de la literatura española.
Entre sus obras destacan: Tierra Vasca, Desde la última vuelta del camino o Familia, infancia y juventud
Muere en Madrid en 1956
Respecto a El árbol de la ciencia fue publicada en 1911 y se cuenta la historia de Andrés Hurtado desde que comienza los estudios de Medicina hasta el final de su vida.
Andrés Hurtado es el alter ego del escritor. Estamos ante un personaje hipersensible que le lleva a desesperar ciertos personajes que aparecen en su vida, al igual que le irritan ambientes que le toca vivir por su profesión como médico. Es un personaje agobiado por la inquietud científica y por la búsqueda de la verdad filosófica.
Según Rafael Conte estamos ante una de las novelas más representativas de Baroja y de las más leídas. En el libro se refleja la vida española en torno a la época de la guerra hispano-norteamericana de 1898. Estamos ante una historia trágica y pesimista, en la que el personaje principal es testigo de una época desolada, miserable y desesperanzada; donde una sociedad vieja, escéptica y cansada cierra las posibilidades de futuro de su juventud.
El propio Baroja considera este libro como uno de los mejores que ha escrito.
Según Bob Hunter con este libro se nos da a conocer la absurda complejidad del ser humano
Esta obra está dentro de la trilogía "La raza" formada por La dama ausente, La ciudad y la niebla y El árbol de la ciencia
"Solía ir a pedir limosna a la iglesia de Jesús y a la de Montserrat; decía a todas horas que había tenido muchas desgracias de familia y pérdidas de fortuna; quizá pensaba que esto justificaba su afición al aguardiente.
La señora Benjamina recorría medio Madrid pidiendo con distintos pretextos, enviando cartas lacrimosas. Muchas veces, al anochecer, se ponía en una bocacalle con el velo negro echado sobre la cara, y sorprendía al transeúnte con una narración trágica, expresada en tonos teatrales; decía que era viuda de un general; que acababa de morírsele un hijo de veinte años, el único sostén de su vida; que no tenía para amortajarle ni encender un cirio con que alumbrar su cadáver.
El transeúnte a veces se estremecía, a veces replicaba que debía tener muchos hijos de veinte años cuando con tanta frecuencia se le moría uno"
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