UNA CALLE PARA AZORÍN

Vamos a dedicarle una calle a uno de los escritores más importantes de nuestra literatura, estamos hablando de José Augusto Martínez Ruíz, más conocido como Azorín

                             

Este escritor se centró en el ensayo y la novela, aunque también escribió alguna obra de teatro.

Comenzó a estudiar Derecho en Valencia, después fue a Granada, Salamanca y Madrid, ciudad donde acabó viviendo.

Cuando comenzó a escribir utilizó los seudónimos de Fray José y Juan de Lis, para después utilizar el de Cándido. Trabajando en el periódico "El Pueblo", utilizaba a veces el seudónimo de Ahrimán. Pero este no fue el único periódico donde trabajó también publicó artículos en: "El País", "El Progreso" o "Arte Joven".

Después del desastre colonial de 1898, se unió a Pío Baroja y Ramiro de Maeztu y formaron "El Grupo de los Tres". Posteriormente aparecería la Generación del 98, término utilizado por él en las páginas de "ABC".

Los sectores más conservadores rechazaron sus escritos. Fue una época en la que empezó a escribir sus obras de ficción, con un protagonista Antonio Azorín, así escribe La voluntad, Antonio Azorín o Las confesiones de un pequeño filósofo. Fue así como acabaría adaptando el apelllido del personaje como seudónimo.

Fue elegido diputado conservador en cinco ocasiones entre 1907 y 1919 y ocupó el cargo de subsecretario de Instrucción Pública.

En 1924 fue elegido miembro de la Real Academia Española.

Apoyo a Primo de Rivera, pero también apoyó la II República. Con el estallido de la Guerra Civil, se fue de Madrid y se exilió en París con su esposa, Julia Guinda Urzanqui. En 1939 volvió y se autoproclamó nacionalista y siguió escribiendo en "ABC".

En 1946 le otorgan la gran cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio y en 1950 el Círculo de Escritores Cinematográficos le conceden la Medalla a la mejor labor literaria por sus artículos publicados sobre el cine.

Murió con 94 años en Madrid

A continuación, un fragmento de su obra El escritor:

"Absolutamente nada. Nada que se salga del carril cotidiano. La vida fluye incesable y uniforme; duermo, trabajo, discurro por Madrid, hojeo al azar un libro nuevo, escribo bien o mal -seguramente mal- con fervor o con desmayo. De rato en rato me tumbo en un diván y contemplo el cielo, añil y ceniza. ¿ Y por qué había de saltar de improviso el evento impensado? Trabajemos día tras día ¿Dónde está nuestro Leteo? En el afán diario. O acaso, a través de la obra hacemos ese dolor más delicado. ¡ Cincuenta años escribiendo... Desde los tres quinquenios con la pluma en la mano. Impetu, fervor, perseverancia, entusiasmo... Ha pasado mucho tiempo y los años cargan sobre mis hombros... Todo lo que asciende, desciende... Cuando podemos ya esperar, habiendo visto correr tanto tiempo lo ciframos en la obra cumplida."