Este escritor nació en 1885 en Sauk Center. Cursó sus estudios en la Universidad de Yale y trabajó como reportero y editor literario. Fue secretario de redacción del "Transantlantic Tales". También trabajó en Panama en las obras del Canal.
Su primera novela con éxito fue la satírica Calle Mayor . En 1922, publicó Babbitt, a esta le siguieron Trampa humana y Elmer Gantry En 1928, publica El hombre que conoció a Coolidge y Obra de Arte. En 1936, publica Esto no puede pasar aquí.
También ayudó a adaptar algunas de sus obras a los escenarios teatrales.
A parte del Premio Nobel de Literatura, también se le concedió el Premio Pulitzer en 1925 por su novela Arrowsmith pero lo rechazó.
Murió en Roma en 1951.
A continuación, muestro un pequeño fragmento de su obra Babbitt, donde conocemos un poco al protagonista de la obra:
"No hacia nada de particular, ni mantequilla ni zapatos ni versos, pero era hábil para vender casas en más de lo que la gente podía pagar. Su rostro era infantil... a pesar de sus arrugas y de los lentes que se suspendían sobre su nariz. No era obeso, pero estaba excesivamente bien alimentado. (…) La neblina del amanecer se disipaba. Hileras de hombres con fiambreras se dirigían a la inmensidad de fábricas nuevas, planchas de vidrio y rasilla hueca, flamantes talleres donde cinco mil hombres trabajaban bajo el mismo techo produciendo los artículos genuinos que se venderían Éufrates arriba y en el veld. Las sirenas lanzaban su prolongado saludo coral tan alegre como el alba abrileña: la canción del trabajo de una ciudad que parecía construida para gigantes.
Nada había de gigante en el aspecto del hombre que empezaba a despertarse en la galería de una casa de estilo colonial holandés del barrio residencial de Zenith llamado Floral Heights.
Se trataba de George F. Babbitt. Tenía cuarenta y seis años entonces (abril de 1920) y no hacía nada en particular, ni mantequilla ni zapatos ni poemas, pero era ducho en el oficio de vender casas por más de lo que la gente podía pagar. Tenía la cabeza grande y sonrosada, el pelo castaño, ralo y seco. Y, dormido, un rostro infantil, a pesar de las arrugas y de las marcas rojizas de las gafas a ambos lados de la nariz. No era gordo, pero estaba muy bien alimentado, tenía las mejillas rellenas, y la tersa mano, abandonada sobre la manta caqui, era un tanto rolliza. Parecía un individuo próspero, archicasado y nada romántico. Y tampoco tenía nada de romántica la galería en que dormía, que daba a un gran olmo, dos respetables pradillos de césped, un camino de coches pavimentado y un garaje de chapa de zinc. Estaba, sin embargo, soñando de nuevo con el hada, un sueño más romántico que pagodas escarlata a la orilla de un mar plateado.
Hacía años que el hada acudía a él. Donde los demás sólo veían a George Babbitt, ella percibía al joven apuesto. Le esperaba en la oscuridad, más allá de bosquecillos misteriosos. Y él corría a su encuentro en cuanto podía escabullirse de su atestada casa. Su esposa y sus vociferantes amigos intentaban seguirle, pero él escapaba, la joven volaba a su lado y se acurrucaban los dos en una umbrosa ladera. "
Nada había de gigante en el aspecto del hombre que empezaba a despertarse en la galería de una casa de estilo colonial holandés del barrio residencial de Zenith llamado Floral Heights.
Se trataba de George F. Babbitt. Tenía cuarenta y seis años entonces (abril de 1920) y no hacía nada en particular, ni mantequilla ni zapatos ni poemas, pero era ducho en el oficio de vender casas por más de lo que la gente podía pagar. Tenía la cabeza grande y sonrosada, el pelo castaño, ralo y seco. Y, dormido, un rostro infantil, a pesar de las arrugas y de las marcas rojizas de las gafas a ambos lados de la nariz. No era gordo, pero estaba muy bien alimentado, tenía las mejillas rellenas, y la tersa mano, abandonada sobre la manta caqui, era un tanto rolliza. Parecía un individuo próspero, archicasado y nada romántico. Y tampoco tenía nada de romántica la galería en que dormía, que daba a un gran olmo, dos respetables pradillos de césped, un camino de coches pavimentado y un garaje de chapa de zinc. Estaba, sin embargo, soñando de nuevo con el hada, un sueño más romántico que pagodas escarlata a la orilla de un mar plateado.
Hacía años que el hada acudía a él. Donde los demás sólo veían a George Babbitt, ella percibía al joven apuesto. Le esperaba en la oscuridad, más allá de bosquecillos misteriosos. Y él corría a su encuentro en cuanto podía escabullirse de su atestada casa. Su esposa y sus vociferantes amigos intentaban seguirle, pero él escapaba, la joven volaba a su lado y se acurrucaban los dos en una umbrosa ladera. "
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